Dicen que “muerto el perro se acabó la rabia”. Sin embargo, yo no siempre comparto esa opinión. A veces, se puede combatir la rabia sin matar al perro. Y, otras, la rabia no se acaba ni con el perro muerto.
Y es que complicamos las cosas como y cuanto queremos, sin darnos cuenta.
Y es que complicamos las cosas como y cuanto queremos, sin darnos cuenta.